“No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.”
“Pedid, y se os dará”
(Historia Verídica)
Hay cosas que Dios no nos dará simplemente porque no las pedimos. “No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” (Santiago 4:2). Para algunos, es el orgullo lo que no les permite pedirle a Dios. “Yo no necesito ayuda,” es su actitud. Hay cosas que ya podrías tener en tu vida o algunas cosas que Dios jamás te dará porque no se los pedirás, por lo tanto, “No tenéis lo que deseáis, porque no pedís.” ¿Por qué no le has pedido a Dios? ¿No quieres arreglar tu situación con Dios? ¿Se te olvidó? ¿Falta de fe?
Muchas personas pasan por la vida sin la ayuda de Dios, pero es muy bajo vivir de esta manera. Cuando lleguemos al cielo lo último que quisiera oír es, “¡Mira todas estas cosas que quería darte mientras estabas en la tierra, pero se te olvidó pedir!” Si yo no recibo algo de parte de Dios, no quiero que sea porque no lo pedí. Me asombra cuantas personas oran diariamente a Dios, alabándole, y pidiéndole por su “lista” de cosas, pero olvidando compartir con Dios lo que realmente les está molestando.
Si Dios dice “No”, a tu petición o “Espera”, aun así alábale, ¡pero pídele! Hay un pasaje en Las Escrituras en Josué 15:18-19 en que la hija de Caleb recibió tierras de su padre, pero eran tierras secas y sin agua. Ella dijo, “Dame bendición: pues que me has dado tierra de secadal, dame también fuentes de aguas.” Ella no tuvo miedo de pedir. Si alguna vez has pensado, “Debería estar satisfecho con lo que tengo y no molestar a nadie,” entonces podrías terminar con tierras al sur sin agua. Es cierto que esto sería mejor que no tener tierras, ¿pero por qué no tener ambas cosas? Noten que ella no pidió una fuente sino que pidió “fuentes”, y su padre le dio por lo menos cuatro (vea vs. 19). Cuando ella pidió, pudo haber dicho “¿Puedes darme una fuente?” Pero bueno, si vas a pedir, entonces pide “¡fuentes!” Si vamos a pedir egoístamente o para nuestros propios intereses, entonces si estarías mal. Tampoco quiero dar a entender que deberíamos estar insatisfechos o malagradecidos con lo que tenemos en esta vida. Pero, pensé que estamos en esto para nuestro Señor y la salvación de almas, y si dinero y edificios nos ayudarán a cumplir con esto, entonces pídeselos a Dios.
Las cosas que le podrías pedirle a Dios incluyen: gozo, felicidad, paz, una esposa o un esposo, ser un mejor padre o madre, sabiduría para responder a una pregunta o resolver un problema, poder y gracia para hacer lo que Dios quiere, un trabajo, etc. ¿Alguna vez has orado una hora? (Mateo 26:40-41). ¡Yo prefiero estar en batalla espiritual en oración una hora de rodillas que preocuparme dos semanas por algo! “Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6-7). Oras y le pides a Dios que te de paz de que todo se solucionará.
Hay dos parábolas en donde Cristo nos enseña que si no recibimos lo que queremos, que sigamos orando (Lucas 11:5-8, Lucas 18:1-5). ¿Por qué? Uno pensaría que, “Si Dios quiere que lo tenga, Él me lo dará, y si no, ¿entonces para qué seguir pidiéndoselo?” Bueno, para empezar, si seguimos orando por algo, eventualmente tendremos que preguntarnos cuál es nuestro motivo para pedirlo, “¿Realmente por qué quiero esto?”. Dios podría querer que renuncies a algo (1 Samuel 1:10-17), y si vamos todos los días al Señor en oración por los deseos de nuestro corazón eventualmente diremos, “Lo que tú quieras, Señor.” Pasar tiempo con Dios siempre es bueno, y me veo más claramente, me encuentro confesando más pecados, actitudes y quejas.
También empiezo a ver mejor a Dios, y estoy más agradecido con Él por Su paciencia y amor hacia mí. Si seguimos orando, nos acercaremos a Dios. “Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros.” (Santiago 4:8). Algunos de los problemas y las cargas que tenemos son diseñados por Dios, no solo para dirigirnos hacia Él, sino también para mantenernos donde Él nos quiere (II Corintios 12:7-10). Si siempre recibimos lo que queremos la primera vez que lo pedimos, entonces convertimos a Dios en nuestro propio asistente personal. También nos olvidamos de Él así de rápido, o hasta la siguiente vez que lo necesitamos y no apreciamos tanto lo que Él ha hecho por nosotros. A veces irás al Señor años para que alguien llega a ser salvo, o para que un sueño sea cumplido. ¿Qué tan importante es obtener lo que deseas de Dios? Un sueño es algo precioso, y vale el esfuerzo adicional de no solo encomendarlo en oración, sino también de ser necesario, ayunar por ello (El ayunar incrementar tu poder en la oración. I Corintios 7:5, Marcos 9:29).
Gracias a Dios, Él en muchas ocasiones contesta oraciones inmediatamente. Un día mi pastor me pidió que construyera una plataforma para en nuevo órgano eléctrico que la iglesia había comprado. Nuestros cultos del domingo se llevaban en un edificio, pero el culto entre semana se llevaba en un edificio cruzando la calle, así que para mover la plataforma con el órgano de un lado a otro entre los dos edificios tendría que tener ruedas. Le dije que yo podría construir la plataforma pero que si él quería ruedas distintas a las que llevan los carritos del supermercado, no le podría ayudar. Él me aseguró que él tenía confianza en que yo podría hacer unas ruedas de hule grueso con baleros. Y yo le aseguré que no podría. Hacer algo de madera era una cosa, pero los soportes de metal para las ruedas y los baleros especiales eran para mí un sueño imposible. Busqué el material apropiado durante toda la semana en todas las ferreterías en vano. Debo añadir que esto fue en 1977. Si fuera el día de hoy podría encontrar algo apropiado.
Llamé a mi pastor la noche anterior a cuando era necesario tener la plataforma y le expliqué que terminaría el proyecto antes de que llegara el órgano nuevo, pero que no había encontrado nada más que ruedas de carrito de supermercado. Él dijo, “Haz algo, porque lo necesitamos mañana.” Aquella noche oré una oración breve y simplemente dije, “Señor, no me molesta hacer esta plataforma, pero no quiero hacer algo que sea ‘chatarra’ y que dañara el órgano nuevo.” La siguiente mañana me propuse a buscar unas ruedas más grandes en una tienda más. Al salir por la reja de la iglesia, me detuvieron cuatro niños que corrieron a un lado mío y hasta bloquearon mi salida. Ellos estaban arrastrando cuatro ruedas de calidad comercial que estaban sujetas a tablas cortas de madera. Las ruedas eran como las que usan los profesionales del servicio de mudanza. Median aproximadamente 10 pulgadas de alto y tres de ancho y estaban hechas de hule suave con baleros en cada rueda montadas en soportes de metal.
Conocía a los niños de la Escuela Dominical y les pregunté, “¿En dónde consiguieron estas?” Me dijeron que había pasado una camioneta en frente de la iglesia y le había dado a un bache en el camino y las ruedas ¡se le habían caído por la parte de atrás! Sabes, si yo hubiera estado allí para verlo pasar, hubiera sido “buen tipo” e intentado contactar al chofer para devolverle las ruedas. Pero Dios trajo las ruedas a Su iglesia. El Señor dice, si “Cuando segares tu mies en tu campo, y olvidares alguna gavilla en el campo, no volverás a tomarla: para el extranjero, para el huérfano, y para la viuda será;” (Deuteronomio 24:19). Le pregunté a los niños, “¿Oye, me las pueden dar? Las necesitamos para la iglesia.” Ellos respondieron, “Claro”.
Fue una entrega especial, directa a nuestra reja, cuando yo pasaba por ella. Un minuto más tarde y me hubiera ido en mi carro. Era mejor de lo que yo esperaba, el precio era correcto – ¡gratis! Me dejó una verdadera impresión. Más tarde ese día cuando el pastor pasó, él dijo, “¡Sabía que lo podrías hacer!” y cuando me preguntó en donde las había encontrado, le respondí, “Se cayeron de una camioneta y cayeron en nuestra entrada”.
Muchas personas pasan por la vida sin la ayuda de Dios, pero es muy bajo vivir de esta manera. Cuando lleguemos al cielo lo último que quisiera oír es, “¡Mira todas estas cosas que quería darte mientras estabas en la tierra, pero se te olvidó pedir!” Si yo no recibo algo de parte de Dios, no quiero que sea porque no lo pedí. Me asombra cuantas personas oran diariamente a Dios, alabándole, y pidiéndole por su “lista” de cosas, pero olvidando compartir con Dios lo que realmente les está molestando.
Si Dios dice “No”, a tu petición o “Espera”, aun así alábale, ¡pero pídele! Hay un pasaje en Las Escrituras en Josué 15:18-19 en que la hija de Caleb recibió tierras de su padre, pero eran tierras secas y sin agua. Ella dijo, “Dame bendición: pues que me has dado tierra de secadal, dame también fuentes de aguas.” Ella no tuvo miedo de pedir. Si alguna vez has pensado, “Debería estar satisfecho con lo que tengo y no molestar a nadie,” entonces podrías terminar con tierras al sur sin agua. Es cierto que esto sería mejor que no tener tierras, ¿pero por qué no tener ambas cosas? Noten que ella no pidió una fuente sino que pidió “fuentes”, y su padre le dio por lo menos cuatro (vea vs. 19). Cuando ella pidió, pudo haber dicho “¿Puedes darme una fuente?” Pero bueno, si vas a pedir, entonces pide “¡fuentes!” Si vamos a pedir egoístamente o para nuestros propios intereses, entonces si estarías mal. Tampoco quiero dar a entender que deberíamos estar insatisfechos o malagradecidos con lo que tenemos en esta vida. Pero, pensé que estamos en esto para nuestro Señor y la salvación de almas, y si dinero y edificios nos ayudarán a cumplir con esto, entonces pídeselos a Dios.
Las cosas que le podrías pedirle a Dios incluyen: gozo, felicidad, paz, una esposa o un esposo, ser un mejor padre o madre, sabiduría para responder a una pregunta o resolver un problema, poder y gracia para hacer lo que Dios quiere, un trabajo, etc. ¿Alguna vez has orado una hora? (Mateo 26:40-41). ¡Yo prefiero estar en batalla espiritual en oración una hora de rodillas que preocuparme dos semanas por algo! “Por nada estéis afanosos; sino sean notorias vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con hacimiento de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6-7). Oras y le pides a Dios que te de paz de que todo se solucionará.
Hay dos parábolas en donde Cristo nos enseña que si no recibimos lo que queremos, que sigamos orando (Lucas 11:5-8, Lucas 18:1-5). ¿Por qué? Uno pensaría que, “Si Dios quiere que lo tenga, Él me lo dará, y si no, ¿entonces para qué seguir pidiéndoselo?” Bueno, para empezar, si seguimos orando por algo, eventualmente tendremos que preguntarnos cuál es nuestro motivo para pedirlo, “¿Realmente por qué quiero esto?”. Dios podría querer que renuncies a algo (1 Samuel 1:10-17), y si vamos todos los días al Señor en oración por los deseos de nuestro corazón eventualmente diremos, “Lo que tú quieras, Señor.” Pasar tiempo con Dios siempre es bueno, y me veo más claramente, me encuentro confesando más pecados, actitudes y quejas.
También empiezo a ver mejor a Dios, y estoy más agradecido con Él por Su paciencia y amor hacia mí. Si seguimos orando, nos acercaremos a Dios. “Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros.” (Santiago 4:8). Algunos de los problemas y las cargas que tenemos son diseñados por Dios, no solo para dirigirnos hacia Él, sino también para mantenernos donde Él nos quiere (II Corintios 12:7-10). Si siempre recibimos lo que queremos la primera vez que lo pedimos, entonces convertimos a Dios en nuestro propio asistente personal. También nos olvidamos de Él así de rápido, o hasta la siguiente vez que lo necesitamos y no apreciamos tanto lo que Él ha hecho por nosotros. A veces irás al Señor años para que alguien llega a ser salvo, o para que un sueño sea cumplido. ¿Qué tan importante es obtener lo que deseas de Dios? Un sueño es algo precioso, y vale el esfuerzo adicional de no solo encomendarlo en oración, sino también de ser necesario, ayunar por ello (El ayunar incrementar tu poder en la oración. I Corintios 7:5, Marcos 9:29).
Gracias a Dios, Él en muchas ocasiones contesta oraciones inmediatamente. Un día mi pastor me pidió que construyera una plataforma para en nuevo órgano eléctrico que la iglesia había comprado. Nuestros cultos del domingo se llevaban en un edificio, pero el culto entre semana se llevaba en un edificio cruzando la calle, así que para mover la plataforma con el órgano de un lado a otro entre los dos edificios tendría que tener ruedas. Le dije que yo podría construir la plataforma pero que si él quería ruedas distintas a las que llevan los carritos del supermercado, no le podría ayudar. Él me aseguró que él tenía confianza en que yo podría hacer unas ruedas de hule grueso con baleros. Y yo le aseguré que no podría. Hacer algo de madera era una cosa, pero los soportes de metal para las ruedas y los baleros especiales eran para mí un sueño imposible. Busqué el material apropiado durante toda la semana en todas las ferreterías en vano. Debo añadir que esto fue en 1977. Si fuera el día de hoy podría encontrar algo apropiado.
Llamé a mi pastor la noche anterior a cuando era necesario tener la plataforma y le expliqué que terminaría el proyecto antes de que llegara el órgano nuevo, pero que no había encontrado nada más que ruedas de carrito de supermercado. Él dijo, “Haz algo, porque lo necesitamos mañana.” Aquella noche oré una oración breve y simplemente dije, “Señor, no me molesta hacer esta plataforma, pero no quiero hacer algo que sea ‘chatarra’ y que dañara el órgano nuevo.” La siguiente mañana me propuse a buscar unas ruedas más grandes en una tienda más. Al salir por la reja de la iglesia, me detuvieron cuatro niños que corrieron a un lado mío y hasta bloquearon mi salida. Ellos estaban arrastrando cuatro ruedas de calidad comercial que estaban sujetas a tablas cortas de madera. Las ruedas eran como las que usan los profesionales del servicio de mudanza. Median aproximadamente 10 pulgadas de alto y tres de ancho y estaban hechas de hule suave con baleros en cada rueda montadas en soportes de metal.
Conocía a los niños de la Escuela Dominical y les pregunté, “¿En dónde consiguieron estas?” Me dijeron que había pasado una camioneta en frente de la iglesia y le había dado a un bache en el camino y las ruedas ¡se le habían caído por la parte de atrás! Sabes, si yo hubiera estado allí para verlo pasar, hubiera sido “buen tipo” e intentado contactar al chofer para devolverle las ruedas. Pero Dios trajo las ruedas a Su iglesia. El Señor dice, si “Cuando segares tu mies en tu campo, y olvidares alguna gavilla en el campo, no volverás a tomarla: para el extranjero, para el huérfano, y para la viuda será;” (Deuteronomio 24:19). Le pregunté a los niños, “¿Oye, me las pueden dar? Las necesitamos para la iglesia.” Ellos respondieron, “Claro”.
Fue una entrega especial, directa a nuestra reja, cuando yo pasaba por ella. Un minuto más tarde y me hubiera ido en mi carro. Era mejor de lo que yo esperaba, el precio era correcto – ¡gratis! Me dejó una verdadera impresión. Más tarde ese día cuando el pastor pasó, él dijo, “¡Sabía que lo podrías hacer!” y cuando me preguntó en donde las había encontrado, le respondí, “Se cayeron de una camioneta y cayeron en nuestra entrada”.