Recompensas Celestiales
Una Historia Verídica
Una Historia Verídica
¡Hay muchos versículos en la Biblia que hablan de ganar recompensas! La salvación es un regalo gratuito (Romanos 5:15-16, Efesios 2:8-9), puedes ganarte recompensas pero también es posible perder recompensas (vea 1 Corintios 3:11-15, Colosenses 2:18, 2 Timoteo 2:5, 2 Juan: 8, Apocalipsis 3:11). Las recompensas se basan en muchas cosas, tales como: “Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su recompensa.” (Mateo 10:42) La Biblia nos dice que Dios dará 5 tipos de coronas cuando lleguemos al cielo, aparte de otra clase de recompensas. Lo grandioso es que las recompensas las da un Juez imparcial que no comete errores.
Algunos creen que las coronas son simbólicas y no literales, pero en Apocalipsis, los 24 ancianos en el cielo tienen coronas literales que ponen a los pies de nuestro Salvador. Es posible ganar más de una, y cuando Cristo regresa, Él tiene "muchas coronas". La historia nos cuenta acerca de dos reyes egipcios, uno del norte y otro del sur, que luchan entre sí. El que conquista al otro toma las dos coronas y las junta formando una corona nueva. Quizá sucederá algo similar si tú ganas más de una corona: Cristo creará una sola corona formada de las piezas de todas las diferentes coronas.
Todos los padres saben que cuando le vas a dar dulces a los hijos, debes asegurarte de que haya suficientes dulces para todos, o alguien va a llorar o habrá un pleito. Podemos fingir que las recompensas y coronas no son importantes para nosotros, ¡pero aún no he logrado convencer a nadie que me dé su recompensa cuando lleguemos al cielo! El punto es que tú vas a querer lo que Cristo Jesús esté dando, incluyendo las recompensas. Algunos recibirán recompensas, y algunos se quedarán sin recompensas, también habrá algunos que recibirán bendiciones, y algunos no recibirán bendiciones (Lucas 19:16-22). No creo que seremos castigados en el cielo, porque todo nuestro castigo fue recibido por Cristo en la cruz, pero si habrá vergüenza en aquel día (I Juan 2:28). Parece ser que una manera en la que le vamos a adorar a través de la eternidad es el poner a Sus pies las recompensas que Él nos ayudó a ganar. Hay una canción acerca del Cielo que dice algo así: "¿Habré de ir con las manos vacías?" Cristo nos dio una parábola con su valiosa apreciación acerca de las recompensas:
Lucas 19:10-27
“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Y oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y porque pensaban que luego había de ser manifestado el reino de Dios. Dijo pues: Un hombre noble partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver. Mas llamados diez siervos suyos, les dio diez minas, y díjoles: Negociad entre tanto que vengo. Empero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Y aconteció, que vuelto él, habiendo tomado el reino, mandó llamar a sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Y él le dice: Está bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades. Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañizuelo: Porque tuve miedo de ti, que eres hombre recio; tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, de tu boca te juzgo. Sabías que yo era hombre recio, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿Por qué, no diste mi dinero al banco, y yo viniendo lo demandara con el logro? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a cualquiera que tuviere, le será dado; mas al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y degolladlos delante de mí.”
Primero, el que más gana, más recompensas recibe. En la parábola, el que ganó diez minas recibió diez ciudades para gobernar, y el que ganó cinco, recibió cinco ciudades, y el que no ganó nada, no recibió nada. Dios no reparte las recompensas equitativamente – recibirás la recompensa de acuerdo al trabajo que hagas.
Segundo, los elogios pueden ser una parte de la recompensa. El segundo siervo que ganó cinco ciudades no fue elogiado como lo fue el primero a quien Cristo dijo: "Está bien, buen siervo." Me encantaba recibir elogios de mi padre. Me hacía feliz ver lo contento que él estaba con lo que yo había hecho. En ocasiones hacía un trabajo especialmente bueno sólo para impresionarlo. También, noté que el orden de los siervos es de esperarse. El que más hizo estaba al frente y el que no hizo nada estaba hasta el final. Los que están haciendo todo lo posible para nuestro Señor están deseando que Él regrese hoy, y los que no están haciendo lo que Dios quiere esperan que su regreso sea más tarde.
Tercero, las recompensas se basan en la fidelidad – “pues que en lo poco has sido fiel“. ¡Cualquiera puede darse por vencido! ¿Quieres hacerle daño a la obra de Dios? ¡Sólo date por vencido! Seguro podrás encontrar un buen pretexto para rendirte: Alguien fue grosero contigo, tu esfuerzo no es reconocido, otros son exaltados y han recibido la posición que tú te merecías y esperabas. En esta vida, me ha tocado estar de pie al frente y recibir los elogios mientras mi esposa permaneció atrás. Pero ella y Dios saben que yo no lo he hecho sin ella. En una ocasión, mientras que Nancy estaba haciendo un trabajo indeseable el cual nadie más quiso ofrecerse a hacer, le pregunté qué estaba pensando. Su respuesta: "Yo estaba pensando que si Cristo regresara ahora, Él me encontraría sirviéndolo a Él." ¿Qué es lo que te mantendrá fiel en los momentos difíciles? (I Juan 2:28)
Cuarto, somos recompensados incluso por cosas "muy pequeñas". Parece que desde que yo estaba en el ejército, ha sido mi trabajo el recoger papeles y basura del suelo. Mi pastor me pidió una vez que fuera temprano a recoger basura en la iglesia, y él quería que yo lo hiciera de forma regular. Le pregunté si no había otra cosa que pudiera hacer, y él respondió, "Hermano, o lo haces tú o lo hago yo, y yo prefiero que seas tú." Cuando me hice pastor, entrené a nuestra gente a recoger la basura; incluso les mostré cómo hacerlo. Pero los domingos por la mañana, es como si yo fuera el único que puede ver la basura. Podríamos pensar que es cosa pequeña, y de hecho lo es, pero Dios nos recompensa en "lo poco" (vea Lucas 19:17). ¿Quieres intentar algo un poco más difícil? Sirve en la clase de cuna. Hay veces que las mujeres vienen a la iglesia sin recordar que es su turno en cuna, entonces reciben una palmadita de recordatorio y escuchan una voz dulce que les dice: "Te toca el trabajo sucio." Entonces se va a cuna a cambiar pañales malolientes con bebés que lloran, y uno que vomitará en su vestido nuevo. Después del culto, una madre se molestará con la maestra, porque se le olvidó cambiarle el pañal a su bebé. Por cierto, esta maestra no recibe ningún pago por esto, y está empezando a preguntarse si aún nuestro Señor podría soportar algo así.
Pero si hay recompensas.
La única vez que estuve en el cuadro de honor fue en el séptimo grado. La razón por la cual no lo había hecho antes ni lo volví a hacer después es que no me interesaba. Si dices, que debería de haberme interesado, tienes la razón, pero en aquel entonces no me importaba. Lo único que yo quería era pasar por la escuela. Por otra parte, mi hermana mayor siempre estuvo en el cuadro de honor y le encantaba mostrarle a mi papá su boleta de calificaciones. Esto normalmente me metía en apuros ya que mi boleta salía al mismo tiempo que la de mi hermana y mi papá decía, “¿Garry, dónde está tú boleta?” Entonces tenía que encontrar mí boleta y enseñársela a mí papá con mi hermana parada atrás de él mientras él me reprendía.
Lo que me motivó a quedar en el cuadro de honor aquella vez en séptimo grado fue que dos niñas se habían burlado de mis calificaciones. Ellas habían quedado en el cuadro de honor ese semestre y se estaban felicitando cuando decidí unirme a la conversación. Yo dije, “Yo podría quedar en el cuadro de honor si yo quisiera, solo hay que estudiar.” ¡Ellas se detuvieron, me miraron y empezaron a reírse fuertemente y se fueron! Yo pensé, “Ellas realmente creen que soy tonto.” ¡Yo decidí que en esta ocasión haría mi mejor esfuerzo para quedar en el cuadro de honor!
El siguiente semestre en mi primer examen me saqué una B lo cual me molestó bastante porque pensé que con todo ese esfuerzo de seguro me sacaría una A+. En eso me sobrevino un pensamiento aterrador, “¡Quizá de verdad no lo puedo hacer!” Estoy feliz que en mi segundo examen saqué una A, de otra manera quizá me hubiera dado por vencido. Por cierto, me fue necesario alejarme de mis amigos y sentarme hasta el frente de la clase porque mis amigos echarían relajo y no podría escuchar. Esto resulto en un poco de persecución. “¿Intentas ser el preferido del maestro?” y “¿Te crees mejor que nosotros, verdad?” De hecho la respuesta era “no” a las dos. Yo solo quería quedar en el cuadro de honor. La Biblia nos dice que nos estamos engañando a nosotros mismos si creemos que nuestras amistades incorrectas no afectarán nuestra vida cristiana (1 Corintios 15:33).
Cuando salió mi boleta, yo ya sabía que quedaría en el cuadro de honor porque le había preguntado a cada maestra. Mis viejos amigos tenían mirada enferma al recibir sus boletas y yo no pude evitar reír porque yo conocía ese sentimiento. Hice dos cosas con esa boleta. Primero, encontré a las dos niñas que se habían reído de mí. Me dirigí directamente a ellas y les puse mi boleta en la cara y les dije, “¡Esta es mi boleta!” Vieron mis calificaciones con incredulidad, entonces me reí fuertemente y me fui. Segundo, me fui a mi casa y esperé a mi papá sentado en la terraza delantera. Mi hermana llegó a casa y quería saber porque estaba esperando afuera y yo le dije, “Ya verás.” Cuando mi papá llegó a la casa, le puse mi boleta en la cara y le dije,
“Mira, papá”
Se quedó viendo la boleta un momento y preguntó, “¿Es de tú hermana?”
“No, ¡es mía!”
El bajó su lonchera y empezó a leer mis calificaciones en voz alta, y después dijo, “¡Estoy orgulloso de ti!” y agregó “Supongo que sacarás calificaciones como estas de aquí en adelante, ¿verdad?” Sólo encogí los hombros. La razón por la que cuento esta historia es porque nuestras boletas estarán en el cielo. Algunos recibirán “oro, plata y piedras preciosas” y otros "madera, heno, y hojarasca" (I Corintios 3:12).
¡Hay muchos versículos en la Biblia que hablan de ganar recompensas! La salvación es un regalo gratuito (Romanos 5:15-16, Efesios 2:8-9), puedes ganarte recompensas pero también es posible perder recompensas (vea 1 Corintios 3:11-15, Colosenses 2:18, 2 Timoteo 2:5, 2 Juan: 8, Apocalipsis 3:11). Las recompensas se basan en muchas cosas, tales como: “Y cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su recompensa.” (Mateo 10:42) La Biblia nos dice que Dios dará 5 tipos de coronas cuando lleguemos al cielo, aparte de otra clase de recompensas. Lo grandioso es que las recompensas las da un Juez imparcial que no comete errores.
Algunos creen que las coronas son simbólicas y no literales, pero en Apocalipsis, los 24 ancianos en el cielo tienen coronas literales que ponen a los pies de nuestro Salvador. Es posible ganar más de una, y cuando Cristo regresa, Él tiene "muchas coronas". La historia nos cuenta acerca de dos reyes egipcios, uno del norte y otro del sur, que luchan entre sí. El que conquista al otro toma las dos coronas y las junta formando una corona nueva. Quizá sucederá algo similar si tú ganas más de una corona: Cristo creará una sola corona formada de las piezas de todas las diferentes coronas.
Todos los padres saben que cuando le vas a dar dulces a los hijos, debes asegurarte de que haya suficientes dulces para todos, o alguien va a llorar o habrá un pleito. Podemos fingir que las recompensas y coronas no son importantes para nosotros, ¡pero aún no he logrado convencer a nadie que me dé su recompensa cuando lleguemos al cielo! El punto es que tú vas a querer lo que Cristo Jesús esté dando, incluyendo las recompensas. Algunos recibirán recompensas, y algunos se quedarán sin recompensas, también habrá algunos que recibirán bendiciones, y algunos no recibirán bendiciones (Lucas 19:16-22). No creo que seremos castigados en el cielo, porque todo nuestro castigo fue recibido por Cristo en la cruz, pero si habrá vergüenza en aquel día (I Juan 2:28). Parece ser que una manera en la que le vamos a adorar a través de la eternidad es el poner a Sus pies las recompensas que Él nos ayudó a ganar. Hay una canción acerca del Cielo que dice algo así: "¿Habré de ir con las manos vacías?" Cristo nos dio una parábola con su valiosa apreciación acerca de las recompensas:
Lucas 19:10-27
“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Y oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y porque pensaban que luego había de ser manifestado el reino de Dios. Dijo pues: Un hombre noble partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver. Mas llamados diez siervos suyos, les dio diez minas, y díjoles: Negociad entre tanto que vengo. Empero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras de él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. Y aconteció, que vuelto él, habiendo tomado el reino, mandó llamar a sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Y vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. Y él le dice: Está bien, buen siervo; pues que en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades. Y vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades. Y vino otro, diciendo: Señor, he aquí tu mina, la cual he tenido guardada en un pañizuelo: Porque tuve miedo de ti, que eres hombre recio; tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste. Entonces él le dijo: Mal siervo, de tu boca te juzgo. Sabías que yo era hombre recio, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; ¿Por qué, no diste mi dinero al banco, y yo viniendo lo demandara con el logro? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Y ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a cualquiera que tuviere, le será dado; mas al que no tuviere, aun lo que tiene le será quitado. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y degolladlos delante de mí.”
Primero, el que más gana, más recompensas recibe. En la parábola, el que ganó diez minas recibió diez ciudades para gobernar, y el que ganó cinco, recibió cinco ciudades, y el que no ganó nada, no recibió nada. Dios no reparte las recompensas equitativamente – recibirás la recompensa de acuerdo al trabajo que hagas.
Segundo, los elogios pueden ser una parte de la recompensa. El segundo siervo que ganó cinco ciudades no fue elogiado como lo fue el primero a quien Cristo dijo: "Está bien, buen siervo." Me encantaba recibir elogios de mi padre. Me hacía feliz ver lo contento que él estaba con lo que yo había hecho. En ocasiones hacía un trabajo especialmente bueno sólo para impresionarlo. También, noté que el orden de los siervos es de esperarse. El que más hizo estaba al frente y el que no hizo nada estaba hasta el final. Los que están haciendo todo lo posible para nuestro Señor están deseando que Él regrese hoy, y los que no están haciendo lo que Dios quiere esperan que su regreso sea más tarde.
Tercero, las recompensas se basan en la fidelidad – “pues que en lo poco has sido fiel“. ¡Cualquiera puede darse por vencido! ¿Quieres hacerle daño a la obra de Dios? ¡Sólo date por vencido! Seguro podrás encontrar un buen pretexto para rendirte: Alguien fue grosero contigo, tu esfuerzo no es reconocido, otros son exaltados y han recibido la posición que tú te merecías y esperabas. En esta vida, me ha tocado estar de pie al frente y recibir los elogios mientras mi esposa permaneció atrás. Pero ella y Dios saben que yo no lo he hecho sin ella. En una ocasión, mientras que Nancy estaba haciendo un trabajo indeseable el cual nadie más quiso ofrecerse a hacer, le pregunté qué estaba pensando. Su respuesta: "Yo estaba pensando que si Cristo regresara ahora, Él me encontraría sirviéndolo a Él." ¿Qué es lo que te mantendrá fiel en los momentos difíciles? (I Juan 2:28)
Cuarto, somos recompensados incluso por cosas "muy pequeñas". Parece que desde que yo estaba en el ejército, ha sido mi trabajo el recoger papeles y basura del suelo. Mi pastor me pidió una vez que fuera temprano a recoger basura en la iglesia, y él quería que yo lo hiciera de forma regular. Le pregunté si no había otra cosa que pudiera hacer, y él respondió, "Hermano, o lo haces tú o lo hago yo, y yo prefiero que seas tú." Cuando me hice pastor, entrené a nuestra gente a recoger la basura; incluso les mostré cómo hacerlo. Pero los domingos por la mañana, es como si yo fuera el único que puede ver la basura. Podríamos pensar que es cosa pequeña, y de hecho lo es, pero Dios nos recompensa en "lo poco" (vea Lucas 19:17). ¿Quieres intentar algo un poco más difícil? Sirve en la clase de cuna. Hay veces que las mujeres vienen a la iglesia sin recordar que es su turno en cuna, entonces reciben una palmadita de recordatorio y escuchan una voz dulce que les dice: "Te toca el trabajo sucio." Entonces se va a cuna a cambiar pañales malolientes con bebés que lloran, y uno que vomitará en su vestido nuevo. Después del culto, una madre se molestará con la maestra, porque se le olvidó cambiarle el pañal a su bebé. Por cierto, esta maestra no recibe ningún pago por esto, y está empezando a preguntarse si aún nuestro Señor podría soportar algo así.
Pero si hay recompensas.
La única vez que estuve en el cuadro de honor fue en el séptimo grado. La razón por la cual no lo había hecho antes ni lo volví a hacer después es que no me interesaba. Si dices, que debería de haberme interesado, tienes la razón, pero en aquel entonces no me importaba. Lo único que yo quería era pasar por la escuela. Por otra parte, mi hermana mayor siempre estuvo en el cuadro de honor y le encantaba mostrarle a mi papá su boleta de calificaciones. Esto normalmente me metía en apuros ya que mi boleta salía al mismo tiempo que la de mi hermana y mi papá decía, “¿Garry, dónde está tú boleta?” Entonces tenía que encontrar mí boleta y enseñársela a mí papá con mi hermana parada atrás de él mientras él me reprendía.
Lo que me motivó a quedar en el cuadro de honor aquella vez en séptimo grado fue que dos niñas se habían burlado de mis calificaciones. Ellas habían quedado en el cuadro de honor ese semestre y se estaban felicitando cuando decidí unirme a la conversación. Yo dije, “Yo podría quedar en el cuadro de honor si yo quisiera, solo hay que estudiar.” ¡Ellas se detuvieron, me miraron y empezaron a reírse fuertemente y se fueron! Yo pensé, “Ellas realmente creen que soy tonto.” ¡Yo decidí que en esta ocasión haría mi mejor esfuerzo para quedar en el cuadro de honor!
El siguiente semestre en mi primer examen me saqué una B lo cual me molestó bastante porque pensé que con todo ese esfuerzo de seguro me sacaría una A+. En eso me sobrevino un pensamiento aterrador, “¡Quizá de verdad no lo puedo hacer!” Estoy feliz que en mi segundo examen saqué una A, de otra manera quizá me hubiera dado por vencido. Por cierto, me fue necesario alejarme de mis amigos y sentarme hasta el frente de la clase porque mis amigos echarían relajo y no podría escuchar. Esto resulto en un poco de persecución. “¿Intentas ser el preferido del maestro?” y “¿Te crees mejor que nosotros, verdad?” De hecho la respuesta era “no” a las dos. Yo solo quería quedar en el cuadro de honor. La Biblia nos dice que nos estamos engañando a nosotros mismos si creemos que nuestras amistades incorrectas no afectarán nuestra vida cristiana (1 Corintios 15:33).
Cuando salió mi boleta, yo ya sabía que quedaría en el cuadro de honor porque le había preguntado a cada maestra. Mis viejos amigos tenían mirada enferma al recibir sus boletas y yo no pude evitar reír porque yo conocía ese sentimiento. Hice dos cosas con esa boleta. Primero, encontré a las dos niñas que se habían reído de mí. Me dirigí directamente a ellas y les puse mi boleta en la cara y les dije, “¡Esta es mi boleta!” Vieron mis calificaciones con incredulidad, entonces me reí fuertemente y me fui. Segundo, me fui a mi casa y esperé a mi papá sentado en la terraza delantera. Mi hermana llegó a casa y quería saber porque estaba esperando afuera y yo le dije, “Ya verás.” Cuando mi papá llegó a la casa, le puse mi boleta en la cara y le dije,
“Mira, papá”
Se quedó viendo la boleta un momento y preguntó, “¿Es de tú hermana?”
“No, ¡es mía!”
El bajó su lonchera y empezó a leer mis calificaciones en voz alta, y después dijo, “¡Estoy orgulloso de ti!” y agregó “Supongo que sacarás calificaciones como estas de aquí en adelante, ¿verdad?” Sólo encogí los hombros. La razón por la que cuento esta historia es porque nuestras boletas estarán en el cielo. Algunos recibirán “oro, plata y piedras preciosas” y otros "madera, heno, y hojarasca" (I Corintios 3:12).